DAR(SE) TIEMPO PARA EL DUELO...

viernes, 25 de abril de 2014

...Y POSIBLE RETORNO AUTO-CREATIVO…

Con motivo de la partida de mi amada madre la Profesora Ana Mencía Botello Valdez Vda. Almánzar. (9 de Julio 1931-17 de Abril  2014).

                      Profesora Ana Mencía Botello Valdez Vda. Almánzar. 
                                    (9 de Julio 193117 de Abril 2014).



Independientemente de las formas generales o canónicas de «marcación y regulación» estudiadas por la antropología 
formas complejas y múltiples que articuladas por la Cultura comprendida como insoslayable Ordenamiento Simbólico en la especificidad diferencial de sus manifestaciones, concreciones y rasgos micro y macro-históricos, tienen por finalidad y meta, en el caso específico de los fenómenos del duelo, la codificación, orientación y facilitación de las experiencias universales de pérdida, separación, renuncia, muerte, reparación simbólica y sublimación libidinal, nadie que no sea el propio sujeto, soberano y singular en la dinámica pulsional y afectiva que se patentiza en sus particulares coyunturas y vicisitudes, puede determinar los aspectos concretos del ritmo subjetivo de su dolor, el atravesamiento de sus fantasmas, las transformaciones de su angustia, de su goce y de su humor, la modulación y duración de su duelo por un Gran Objeto de Amor perdido.

Del curso seguido por este proceso de redistribución libidinal o «psico-energética» 
con previa descatectización o retiro de la carga libidinal del objeto del duelo, de su plena realización o de su detención o fracaso, depende la naturaleza de la ulterior relación del sujeto con el gran Otro (la modificación, el retoque y/o la recaída de este último), su posicionamiento problemático, más o menos fértil, más o menos creativo, con respecto a su «propio» deseo y el de los demás sujetos del «socius» en tanto que «otros» de pleno derecho en la «intersubjetividad-intercorporalidad» que constituye la existencia en el mundo…

Este proceso de duelo, como todo acto auténtico de creación-destrucción-recreación del propio ser, bordea los abismos de la soledad radical, la locura y la muerte.

Como resultado de dicha singular experiencia de catástrofe, naufragio y posible retorno-renacimiento, en correspondencia siempre con cada posicionamiento subjetivo y cada historia única e irrepetible, se redefine para el sujeto el destino de sus pulsiones (de vida y de muerte), se reformulan las específicas modalizaciones de su amor, de su odio, de su destructividad, de su apego-desapego, de su horizonte de creatividad posible…

El duelo, como elaboración subjetiva de la pérdida de un objeto de amor en el sentido más fuerte y humano de los términos, puede engendrar monstruos, falsos dioses, zombis, errancias, esquirlas y despojos del sentido, simples homúnculos emprendedores y/o depredadores, sujetos aplastados por la sombra… o, por el contrario, puede permitir el advenimiento, en la clarividencia curativa del «futuro anterior», de seres tocados por la gracia y el genio ético del saber abrirse y elevarse, desde la asunción plena de su desasosiego absoluto y de su desamparo al confrontarse con la muerte del objeto amado —y por ende, con la posibilidad de «la propia» muerte inevitable—, a la irreductible (in)humanidad del otro, de todo otro, y a la genuina SOLIDARIDAD, LIBERTAD Y CREATIVIDAD POTENCIAL DEL SER HABLANTE.

Nuevamente, una vez más, (me) pido y (me) doy tiempo… Me concedo tiempo dentro de la urgencia. ¡(Me) exijo respeto por mi tiempo! 



ARMANDO ALMÁNZAR-BOTELLO.
Santo Domingo, República Dominicana.

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