BREVE NOTA
"Todo sistema semiótico translingüístico, como señalaba Roland Barthes en sus Elementos de semiología, se encuentra en una relación de redundancia o recambio con el sistema de la lengua, con el lenguaje articulado." A. Almánzar-Botello. "Trías, Derrida y foné musical."
Ludwig Wittgenstein
Por Armando Almánzar-Botello
Ninguna subjetividad creadora, fuera del contexto histórico-cultural correspondiente definido por una lengua-cultura determinada, puede producir una sonata, una sinfonía, un motete, un merengue, un vals, etc., basándose en una supuesta capacidad de generación estético-musical previa a la instalación del lenguaje articulado.
Para que un sujeto pueda producir música como "obra de arte" autónoma, debe participar, como subjetividad socio-semiótica, de un vínculo estructural con la memoria cultural y la historicidad, lo cual no sería posible sin la existencia del lenguaje articulado.
La notación musical misma tal como se conoce en Occidente, con su compleja autonomía relativa, no podría haber surgido, en su especificidad, fuera de su concreto ámbito humano, lingüístico, histórico y cultural.
Además, debemos resaltar el hecho de que una cosa es la 'musicalidad' del lenguaje constituyente y/o constituido, y otra, muy distinta, la capacidad semiótica específica que tiene la música para producir sentido, infrasentido, simbolismo, etc. —desde su particular apreciación de la foné o materialidad del sonido—, sin valerse, necesariamente y de forma directa, de los recursos lingüísticos.
Es pertinente repetir, no obstante, que si bien el sentido y el simbolismo generados por la música —en su condición de manifestación artística específica— no son de naturaleza directamente verbal, debemos entender que, en su condición
trans-lingüística más que pre-lingüística, la creación musical siempre se encuentra, como establece con pertinencia cierta semiología, en una relación inevitable, fantasmática, indirecta y de recambio con el lenguaje articulado y el sistema de la lengua.
En la oposición paradigmática lenguaje/música, se podría generalizar de un modo derridiano y deconstructivo la categoría o el término "música", de una forma tal que sería posible considerar la dimensión semiótico-"musical" del lenguaje en su ontogénesis, —lo rítmico, lo entonacional, lo intensivo, lo melódico, lo puramente glosolálico—, como una operatividad que precede a todo funcionamiento del lenguaje en su carácter propiamente representativo, verbal, conceptual, generador de significaciones abstractas.
El lenguaje se "inicia" en la ontogénesis del sujeto como un juego de vocalizaciones intensivas puras, "musicales": meras oposiciones fonemáticas no semantizadas (J. Kristeva, L. Wittgenstein) que operan en el plano constituyente de lo semiótico "pre-verbal".
Lo anteriormente señalado no significa que la música propiamente dicha —considerada como "actividad semioestética, como específica modalidad artística de simbolización"—, exista en efecto desde la etapa "musical" del desarrollo lingüístico (etapa glosopoiética: sonoridades vocales posteriores al grito y anteriores a lo verbal), o que se pueda producir independientemente de un particular contexto cultural e histórico en el cual, aquello que denominamos "lenguaje lingüístico" o lenguaje doblemente articulado constituye siempre, de hecho, un factor decisivo, una condición sine qua non de acuerdo y productividad semiótica y simbólico-social.
El lenguaje se "inicia" en la ontogénesis del sujeto como un juego de vocalizaciones intensivas puras, "musicales": meras oposiciones fonemáticas no semantizadas (J. Kristeva, L. Wittgenstein) que operan en el plano constituyente de lo semiótico "pre-verbal".
Lo anteriormente señalado no significa que la música propiamente dicha —considerada como "actividad semioestética, como específica modalidad artística de simbolización"—, exista en efecto desde la etapa "musical" del desarrollo lingüístico (etapa glosopoiética: sonoridades vocales posteriores al grito y anteriores a lo verbal), o que se pueda producir independientemente de un particular contexto cultural e histórico en el cual, aquello que denominamos "lenguaje lingüístico" o lenguaje doblemente articulado constituye siempre, de hecho, un factor decisivo, una condición sine qua non de acuerdo y productividad semiótica y simbólico-social.
Ninguna subjetividad creadora, fuera del contexto histórico-cultural correspondiente definido por una lengua-cultura determinada, puede producir una sonata, una sinfonía, un motete, un merengue, un vals, etc., basándose en una supuesta capacidad de generación estético-musical previa a la instalación del lenguaje articulado.
Para que un sujeto pueda producir música como "obra de arte" autónoma, debe participar, como subjetividad socio-semiótica, de un vínculo estructural con la memoria cultural y la historicidad, lo cual no sería posible sin la existencia del lenguaje articulado.
La notación musical misma tal como se conoce en Occidente, con su compleja autonomía relativa, no podría haber surgido, en su especificidad, fuera de su concreto ámbito humano, lingüístico, histórico y cultural.
Además, debemos resaltar el hecho de que una cosa es la 'musicalidad' del lenguaje constituyente y/o constituido, y otra, muy distinta, la capacidad semiótica específica que tiene la música para producir sentido, infrasentido, simbolismo, etc. —desde su particular apreciación de la foné o materialidad del sonido—, sin valerse, necesariamente y de forma directa, de los recursos lingüísticos.
Es pertinente repetir, no obstante, que si bien el sentido y el simbolismo generados por la música —en su condición de manifestación artística específica— no son de naturaleza directamente verbal, debemos entender que, en su condición
trans-lingüística más que pre-lingüística, la creación musical siempre se encuentra, como establece con pertinencia cierta semiología, en una relación inevitable, fantasmática, indirecta y de recambio con el lenguaje articulado y el sistema de la lengua.
Trías, Derrida y foné musical.
(A propósito de La imaginación sonora de Eugenio Trías
y el problema del giro lingüístico).Blog CAZADOR DE AGUA:
© Armando Almánzar-Botello.
Santo Domingo, República Dominicana.
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